Historia

La hermandad fue fundada en el convento de Nuestra Señora del Carmen situado en la villa de Gibraleón. Dicho convento de monjes carmelitas calzados fue fundado por el infante don Alfonso de la Cerda, nieto de Alfonso X el Sabio, casado con Mahalda de Brienne. Don Alfonso llegó a obstentar la corona de Castilla, pero tuvo que renunciar a ella ante la falta de apoyos suficientes en la lucha por la sucesión al trono de Castilla. Así El 8 de agosto de 1304, el arbitraje del rey de Portugal dio como resultado el Tratado de Torrellas. Fernando IV obtuvo la renuncia de Alfonso de la Cerda, que dejó de emplear las armas reales y el sello de Castilla para integrarse en la alta nobleza castellana. En compensación, Alfonso de la Cerda recibía señoríos y rentas distribuidos por todo el territorio de la Corona de Castilla, lejos de la frontera con Aragón, con el propósito de que no pudiese formar un gran señorío. Así Alfonso de la Cerda recibiría Alba, Béjar, Valdecornejo, Manzanares, Gibraleón, La Algaba, tierra de Lemos, los montes de la Greda de Magán, Puebla de Sarria, Rabaina, la Ruzafa, los molinos de Córdoba, los molinos de Sevilla y la isla de Sevilla, parte de los molinos de Hornachuelos, y la mitad de la atunería de Aladra; este patrimonio debía producir una renta anual de 400.000 maravedíes, y si no llegara debería incrementarse las donaciones hasta llegar a tal renta, así pues, no fue hasta 1307 cuando Alfonso de la Cerda quedó satisfecho con la renta. No obstante, debía entregar al rey castellano, Almazán, Serón, Deza y Alcázar de San Juan. Finalmente Alfonso de la Cerda aceptó el arbitraje el 16 de agosto de 1304. La posesión efectiva del Señorío de Gibraleón se hizo efectiva en 1306, y a su llegada al pueblo trajo consigo la compañía de monjes carmelitas, presuntamente de origen francés por su vinculación con dicho país gracias a su matrimonio. Por tanto, la fundación del convento se sitúa entre el 1036 y 1320, pues fue en este último año cuando renunció a Gibraleón en favor de su hijo Juan Alfonso.

El dato más antiguo del que tenemos constancia de la existencia de nuetra hermandad es del 14 de Junio de 1551, momento en que se cede una capilla a la cofrdía de la Santa Veracruz en el convento de Nuestra Señora del Carmen , según el archivo histórico nacional. Además de esas fechas es el Cristo crucificado que comienza a formar parte de la cofradía, confirmado por el responsable del patrimonio artistico de la diócesis, Carrasco Terriza. El cual lo cataloga en la segunda mitad del XVI, dentro de la corriente maniréista. Esta imagen se caracterizaba sobre todo por tener pelo natural, donado por las mujeres que se lo dejaban crecer, y por su usuario que era de tela. Su aparición esta rodeada de leyendas, pues según cuentan los más ancianos del lugar, después de una noche de tormenta, se descubre un carro en los muros de convento tirado por bueyes y con una rueda partida, el cual contenía la imagen de ese Cristo crucificado. Cuando sea realizan las pertinentes pesquisas y se quiere devolver dicha imagen a su lugar de destino, los bueyes no querían andar, a pesar de cambiar de bueyes el Cristo no se movía. Por tanto se decidió que era una señal divina y que esa imagen del Cristo debía quedarse en el monasterio. Nuestra cofradía evoluciona adoptando el nombre de Santisimo Cristo de la Sangre, pues en varios documentos aparece con ambos nombres y en todos ellos se menciona que tiene su sede en este convento, celebra allí sus cabildos y procesiona el Jueves por la tarde al caer el Sol. Todos estos datos se han podido recopilar del archivo municipal de Gibraleón, del archivo de la diócesis de Huelva y de la archidiócesis de Sevilla.

En los documentos del siglo XVII ya aparece con las dos denominaciones, la razón de esa evolución se debe posiblemente a que la cofradía constaba con dos tipos de hermanos, los de la luz, que portaban velas, y los de la sangre, que realizaban la penitencia de la flagelación. Seguramente el testimonio de la flagelación fue adquiriendo más peso dentro de la cofradía por el esfuerzo y sacrificio que requería. La cofradía tiene gran esplendor durante todo el siglo XVIII, del que se conserva numerosa documentación de sus cuentas con todo detalle en el archivo municipal. Sufre las graves consecuencias de la desamortización de 1798-99, pues se les desposee de casi todos sus bienes. Conseguirá sobrevivir a lo largo del siglo XIX gracias a la devoción que inspiran sus titulares y a pesar del abandono del convento por parte de los monjes tras la desamortización de Mendizábal. Los feligreses junto con la parroquia se hacen cargo del mantenimiento de la capilla del monasterio y la hermandad logra refundarse en 1904 como atestigua los documentos de la archidiócesis de Sevilla. Después de los nefastos acontecimientos provocados durante la guerra civil española, en la que se destrozaron las imágenes de nuestra cofradía, con la pérdida inestimable de las obras de arte que constituían sobre todo el Cristo crucificado del siglo XVI, cuya aparición en el convento está rodeada de misterio y leyenda. Ante estos aciagos hechos, algunas personas con el beneplácito del párroco iniciaron una colecta por todo el pueblo, con la intención de encargar una nueva imagen de un crucificado, la cual realizó el famoso imaginero sevillano Castillo Lastruci en 1940, tomando el mismo nombre de la antigua devoción. Fue uno de las primeras imágenes de Cristo que realizo dicho escultor.La virgen de la Soledad fue realizada ocho años más tarde por otro famoso escultor de la provincia de Huelva León Ortega, que también toma el nombre de su antecesora. Al parecer se trataba de una talla que estaba destinada a ser una inmaculada, pero al llegarle la oferta de nuestra hermandad, decidió en convertirla en dolorosa. De ahí que sea una imagen cuya talla llega hasta la cintura, poco usual en las dolorosas. La hermandad seguirá siendo gestionada por un grupo de personas vecinos del pueblo, que al mismo tiempo se han encargado hasta la fecha de contribuir en el mantenimiento de la antigua capilla, ahora iglesia de Nuestra Señora del Carmen, la cual sigue siendo desde hace siglos nuestra sede canónica. Por tanto, la actual junta de gobierno considera que es religiosamente acertado y de justo derecho histórico formar parte de la orden carmelita como otras muchas hermandades carmelitanas.

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